22.2.10

El pingüino cósmico




1.

Me encontré de improviso dentro de las páginas de un cuento infantil. Adopté, supongo que por azar, la forma de un pingüino. Lo más inquietante de esta experiencia fue tomar consciencia, poco a poco, de que la fábula no estaba escrita. ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Qué hubieras hecho tú?.

Cosas que ni eres capaz de imaginar se encuentran en este tipo de cuentos infantiles. Tuve que batallar y debatir con toda clase de seres incompresibles, a la vez, y a medida que transcurría la acción, descubrír este extraño universo. Contaba con reyes enfermos, hadas parlanchinas, brujas que envenenaban a princesas o principes, monstruos que robaban mujeres y niños, o se los comían, demonios que secaban ríos y mares, lobos que devoraban ovejas y pastores. Todos con apariencia de animales antropomórficos, algunos rozando la abstración. Los cuentos se sucedían en el tiempo, frenéticos, sin pausa, y a veces sin sentido. Y yo, el pingüino del relato, terminaba agotado y exhausto. Y de nuevo, vuelta a empezar.
¿Existía un sentido moral y estético en estos mitos? yo creo que no. Mi actividad se reducía a vencer el mortal aburrimiento que hace que todo parezca vacío y sin significado.



2.

A pesar de que estaba nublado y se avecinaba tormenta, Raquel fue a dar una vuelta en bicicleta por el paseo marítimo. Necesitaba despejar la mente. Mañana acababa el plazo para entregar el primer borrador del cuento y no tenía nada escrito. Mientras pedaleaba junto al mar, respirando la agradable brisa con olor a salitre, intentaba recrear la historia en su cabeza. 
De repente, y ante su asombro, se encontró con un pingüino.


(ilustración y texto by Alfredo)
Historia inspirada en un capítulo de Mobymelville de Daniel Pérez.



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